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Dante, con su toscano cargado de futurismos léxicos, escribió (Inferno V, 120-122):
Nessun maggior piacere
che riciclarsi qual cane felice
nella miseria...
Nosotros, naturalmente, le creemos. (Yo, más que los otros dos.) Por eso hemos decidido retraer aquí este viejo poema, y para que lo lean Adictum, el Amante Bandido, Masturbación, Tormentas, el Charp y, tarde o temprano, Marichuy. Y para descansar, porque, como puede notarse por el post anterior, estos cochinitos ya están en la cama, muchas grapitas les dio el Nicolás. Va pues.
Éste era un rey que tenía
una fusca con diamantes,
un corrido hecho en Coahuila
y un rebaño de gañanes;
una Hummer “made in China”,
una gran casa en Cancún,
y una gentil princesita,
tan salsita, Rochillito,
tan salsita como tú.
Una tarde la princesa
vio un martini aparecer;
la princesa era traviesa
y lo quiso ir a coger.
Lo quería para hacerse
preparar un reventón
con un whiskey y una chela,
un mojito y un jaibol.
Y se fue la niña bella
a aquel antro a escudriñar
y a tomar ese martini
que la hacía suspirar.
Y siguió la linda niña
hasta que encontró ese bar;
lo malo era que ella iba
sin permiso de papá.
Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
fuman mota, cortan coca,
chupan mucho. Son así.
Cuando estuvo ya de vuelta
de los tanques del alcohol,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.
Y el rey dijo: “¿Qué te has hecho?,
te he buscado y no te hallé;
¿y qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?”
La princesa no mentía,
y pus dijo la verdad:
“Fui a cortar mi cocaína
y a inhalarla sin parar.”
Y el rey clama: “¿No te he dicho
que la coca hay que guardar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar.”
Y ella dice: “No hagas bronca;
ya me fui y ve tú a saber:
fue la mota, fue la coca,
fue el martini, no lo sé.”
Y el papá dice enojado:
“¡Ah qué ganas de joder!
Vuelve al bar ese de al lado
el martini a devolver.”
La princesa se entristece
por su chupe de agua azul,
cuando entonces aparece
sonrïendo el buen Jesús:
Y le dice: “Caipiriñas
y un martini le ofrecí;
son los tragos de las niñas
que al soñar piensan en mí.”
Sirve el rey chupes gigantes
y luego hace desfilar
cuatrocientos y un gañanes
desde el cerro hasta Amatlán.
La princesita está loca
pues ya sirve mucho alcohol,
fuma mota, corta coca,
chupa mucho y ya cogió.
Nessun maggior piacere
che riciclarsi qual cane felice
nella miseria...
Nosotros, naturalmente, le creemos. (Yo, más que los otros dos.) Por eso hemos decidido retraer aquí este viejo poema, y para que lo lean Adictum, el Amante Bandido, Masturbación, Tormentas, el Charp y, tarde o temprano, Marichuy. Y para descansar, porque, como puede notarse por el post anterior, estos cochinitos ya están en la cama, muchas grapitas les dio el Nicolás. Va pues.
Éste era un rey que tenía
una fusca con diamantes,
un corrido hecho en Coahuila
y un rebaño de gañanes;
una Hummer “made in China”,
una gran casa en Cancún,
y una gentil princesita,
tan salsita, Rochillito,
tan salsita como tú.
Una tarde la princesa
vio un martini aparecer;
la princesa era traviesa
y lo quiso ir a coger.
Lo quería para hacerse
preparar un reventón
con un whiskey y una chela,
un mojito y un jaibol.
Y se fue la niña bella
a aquel antro a escudriñar
y a tomar ese martini
que la hacía suspirar.
Y siguió la linda niña
hasta que encontró ese bar;
lo malo era que ella iba
sin permiso de papá.
Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
fuman mota, cortan coca,
chupan mucho. Son así.
Cuando estuvo ya de vuelta
de los tanques del alcohol,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.
Y el rey dijo: “¿Qué te has hecho?,
te he buscado y no te hallé;
¿y qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?”
La princesa no mentía,
y pus dijo la verdad:
“Fui a cortar mi cocaína
y a inhalarla sin parar.”
Y el rey clama: “¿No te he dicho
que la coca hay que guardar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar.”
Y ella dice: “No hagas bronca;
ya me fui y ve tú a saber:
fue la mota, fue la coca,
fue el martini, no lo sé.”
Y el papá dice enojado:
“¡Ah qué ganas de joder!
Vuelve al bar ese de al lado
el martini a devolver.”
La princesa se entristece
por su chupe de agua azul,
cuando entonces aparece
sonrïendo el buen Jesús:
Y le dice: “Caipiriñas
y un martini le ofrecí;
son los tragos de las niñas
que al soñar piensan en mí.”
Sirve el rey chupes gigantes
y luego hace desfilar
cuatrocientos y un gañanes
desde el cerro hasta Amatlán.
La princesita está loca
pues ya sirve mucho alcohol,
fuma mota, corta coca,
chupa mucho y ya cogió.
4 Comments:
Ahijados de la madringada:
Pos ya se acabó diciembre y estoy afinando la garganta para cantar esa de José Alfredo (Poeta nuestro que está en los cielos): Diciembre me gustó pa que te vayas, que sea tu cruel adiós mi navidá (digo, ya que nadie me dio mi calaverita).
Así que agárrense de onde puedan, porque la madrina va con todo. Nos veremos en la fiesta del 30 en Motolinía. Lo juro por dios que me mira!!!
Salú
M
Reciclar es para putos.
Creo, fue un mejor lugar postear este poema aqui, le dio más vida , quien sabe porque........
Las princesas primorosas
se parecen a Michelle:
cuando saben que hay un reven
no lo olvidan, ¡van a él!
[no lo olvides tú tampoco: motolinía y cinco de mayo. 30 de diciembre]
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