La Chaqueta
Te imagino, Juana Planco, brincando,
caliente y jugosa. Te imagino
bronceada, parada en mi cama o en
el baño. Tus nalgas tus hombros tu
pecho sin miedo, tu rostro garboso.
Pero, ¿por qué habrías, pues, de llenar mi
cuello de saliva, morbosita,
si tus ojos altaneros aún me
miran cual damita contratada
para que al chiquillo lo conviertan
en un brioso y alburero toro?
Supongo, querida y soñada Planco,
que tus besos y tus jugos,
rendidos en tan vil apariencia,
son un juego cruel de mi inconciencia.
caliente y jugosa. Te imagino
bronceada, parada en mi cama o en
el baño. Tus nalgas tus hombros tu
pecho sin miedo, tu rostro garboso.
Pero, ¿por qué habrías, pues, de llenar mi
cuello de saliva, morbosita,
si tus ojos altaneros aún me
miran cual damita contratada
para que al chiquillo lo conviertan
en un brioso y alburero toro?
Supongo, querida y soñada Planco,
que tus besos y tus jugos,
rendidos en tan vil apariencia,
son un juego cruel de mi inconciencia.
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